Tomo aire, cierro los ojos y disfruto el momento. Tuve que
dejar pasar unas horas para poder tomar noción del impacto visual y musical de
Slipknot en el Movistar Arena de ayer a la noche. Esta es la crónica del show,
uno de los más impactantes que vi en mi vida, y eso que tengo horas de vuelo en
recitales de todos los colores y tamaños.
Pensar que en 2015 tenía la entrada y no la pude usar. En
esta ocasión pude conseguir entradas gracias a unos amigos que hicieron la “fila
virtual” antes que yo porque se agotaron al toque. Mucha gente a las puteadas
por haberse quedado afuera, es una buena señal para que vuelvan pronto.
El Knotfest es un recital ideado por Slipknot en donde tocan
junto con otras bandas, al estilo de un Lollapalooza pero de Metal y Rock
pesado. En Chile, por ejemplo, tocan con Trivium y Vended, la banda de los
hijos de Corey Taylor y el Clown Crahan. Ayer en Argentina en cambio, se llevó
acabo el Roadshow, por eso Slipknot tocó solo (afortunadamente), un set más
largo teloneado por Arde la Sangre, banda de Marcelo Corvalán, ex AxNxIxMxAxL y
Carajo. De este show solo puedo decir que escuché 4 temas, muy prolijo y
potente, sonaron muy bien.
Pasemos al plato fuerte con Slipknot. Vinieron con disco
nuevo “The End So Far”, presentado este año, para mi uno de los mejores de
2022.
Cuando la bandera negra con el logo se colgó del escenario,
comenzaron los temas para poner al público en clima: For those about to Rock,
Five minutes alone, Aerials, entre otros, hicieron que la monada empezara a
descontrolar.
De pronto se “cae” el telón y da comienzo show salvaje.
Viéndolo de afuera, uno podría pensar que tiene muchos
integrantes al pedo, pero para hacer esa música generando ese impacto visual y
auditivo, cada pieza es fundamental. Párrafo aparte para el mejor vocalista del
mundo Corey Taylor, un tipo que elige que partes canta el público y cuales él, con
un rango vocal impresionante, hace lo que quiere y es un showman con todas las
letras. En segundo lugar, Jay Weinberg, el batero, una máquina, un motor, la precisión
para tener una base potente y avasallante durante todo el show. No para ni un
minuto. El resto de la banda cumple su función a la perfección, ya sea tocando machacando
esos riffs virulentos, sampleando como unos campeones o haciendo cosas locas
como los dos percusionistas de la banda, que se vuelven literalmente locos en
el escenario, bajan y le pegan con un bate de béisbol a un tacho y rompen todo.
Se nota que los ahora no tan nuevos integrantes (el bajista, el batero y uno de
los percusionistas) ya se sienten ensamblados cien por cien a la banda.
Tuvieron que llenar grandes zapatos, pero lo hacen mucho mejor que sus
malogrados predecesores.
El setlist que trajeron fue una bomba, con los mejores temas
de todos sus discos. Sonaron entre otros: Spit it out, Wait n bleed, People = Shit,
Disasterpiece, Psychosocial, Unsainted, Duality, Before I Forget. Del último
solamente hicieron un tema, The dying song.
Corey habló medio en castellano medio en inglés preguntaba “uno
más?” y llamaba “mi familia” a una audiencia que disfrutaba cada tema, así hizo
más o menos desde la mitad del show, que duró un par de horas.
También hubo tiempo para cantarle el cumpleaños a Corey,
promovido por Clown, en donde todos los miembros de la banda lo saludaron y
abrazaron.
En uno de los bises se prendieron espontáneamente todas las
linternas de los celulares dando un marco increíble a un estadio lleno, ese
plus de las audiencias de Argentina que hacen que nos amen.
Este fue mi primer recital en el Movistar Arena. Me encantó,
me queda cerca, los accesos son impecables (llegué y me fui en bici, como un
campeón). Tiene aire acondicionado, se ve muy bien (estuve en platea baja) y el
sonido fue tan bueno que no me dejó los oídos silbando, pero me rompió el
marulo.
Por las reacciones de los miembros de la banda en sus redes
sociales no tengo dudas de que van a volver, Argentina genera esas vibra
impresionante en las bandas.
Photos: Anthony Scanga / @ras_visual
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