viernes, 11 de octubre de 2013

20 años de In Utero - El Código Cobain. - por @Fjmedina




Pocas cosas podrían hacerte sentir tan viejo como la edición aniversario de tu disco favorito de la infancia/adolescencia. Eso me está pasando en estos momentos, con MI disco favorito de todos los tiempos: In Utero de Nirvana.


Esto pasa a ser anecdótico, porque al escucharlo suena fresco, atemporal. Podría encabezar cualquier Top 10 de cada ranking musical y, quizás, ganando premios como no lo hizo en su época, añadiendo a su nivel de maestría ese término de “los genios no son reconocidos en su momento”. Mi historia particular con este disco en realidad es con un cassette, sí, una cinta, que un compañero del colegio llevó a la sala, ORIGINAL, la que nos voló la cabeza (Ja! Qué ironía) con sus sonidos sucios, capas de distorsión y guitarras que se volvieron inolvidables. Pero lo importante para mí es la fragilidad expuesta de Cobain en sus letras, las que disfrazaba en metáforas complejas, pero que, en la perspectiva que entregan 2 décadas, además de libros biográficos, aclaran todo lo que era rumor en su época.


Bueno, basta de divagar. A mis 13 años, poco era lo que sabía de rock, menor era el acceso a información con respecto a estos tiempos, así que había cierta ingenuidad y poco morbo al respecto al escuchar In Utero, inocencia llamémoslo. Enamorarse poco de las canciones, encontrarlas raras las primeras veces, un sonido nada de  habitual pero que va conquistando poco a poco. Así me pasó, mi primera favorita del disco fue “Frances Farmer will have her revenge on Seattle”, una con la que me creía guitarrista y me hacía volver loco pateando los muros de mi habitación. Este disco es catarsis pura, inocente, gutural. Los más puristas quizás podrán pensar todo lo contrario y quién soy yo para ponerlos en duda, por eso esta visión más que personal, íntima.


Intimidad que desnuda “Dumb” que probablemente sea una de las más autobiográficas de Cobain, pero bien olvidada por todos, tal vez por sus reminiscencias a “Polly” o porque no hay furia implícita en su interpretación, y es ahí donde encontramos al verdadero Kurt, aquel ser frágil, que aparte de batallar con sus propios demonios, tuvo que pelear contra la industria, que pretendió reflejar en él lo que llamaron “angustia juvenil” y sacarle provecho monetario, un peso con el que nadie querría cargar, menos uno que la vivió tal cual.


Este disco, como la vida artística de Cobain está lleno de matices, humor, ironía, rabia pura, vergüenza, arrepentimiento, ese que se enquistó en él, que la industria, y nosotros, le atribuimos. Él sólo quería ser “rockstar”, sin la parte de ser “rockstar”, es decir, serlo sobre el escenario y una vez fuera de éste, ser el chico normal, de humor ácido con el que, según cuentan sus amigos, era un placer compartir.



¿Dónde descifro lo que considero su despedida? Esto puede ser teoría, podremos coincidir, pero “Pennyroyal Tea*” es su carta, la de un hombre obsesionado con fetos, con la concepción. Él sólo quiere volver a nacer, partir de cero, porque considera que él mismo fue el artífice de su destino y nada puede resolverlo como abortar la misión y, tal vez, comenzar de cero cambiando algunas cosas. O todo.


¿Cómo un disco tan furioso puede ser tan frágil y resistir el paso del tiempo? Porque es la obra de alguien con esas 2 características, y aunque quisiéramos no lo lograríamos, porque quizás Cobain no fue genio, pero fue, principalmente, sincero. Lo que pasa es que nos disfrazó todo, para que tuviéramos que leerlo entre líneas, porque nadie se desnuda así como así. 20 años después creemos que logramos resolver el enigma, pero cada vez que escuches una canción podrás conocer un poco más de él.


Siéntate un rato, sube el volumen y deja que Cobain se desahogue junto a ti.

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