Antes de arrancar, quiero aclarar que esto, como todo en la vida es una generalización, y como tal está mal. Pero sin generalizaciones, con un desvío estándar más o menos aceptable, no podríamos haber llegado al desarrollo como sociedad que tenemos ahora.
Habiendo aclarado esta generalidad continuemos:
Tengo la tendencia de llevar las cosas a un plano histórico, diría que es deformación profesional si no fuera porque el titulo que tengo es el de Ingeniería y no el de historiador. En ese plano empecé a pensar en las canciones, en qué se canta y qué se dice. A tal efecto, me voy directamente al Medioevo y a los trovadores; lindos personajes estos, empiezan a cantar en romance, en la Lengua de Oc (luego no queda nada de esto por ese temilla de los Cátaros, pareciera ser que cuando decían que sus espadas iban a reconocer entre inocentes y pecadores no segmentó muy bien que digamos).
Salíamos así de solo escuchar a unos monjes de dudosa moral que cantaban salmos, todo muy lindo, pero encerrados y a un público muy acotado y con tendencias a amontonarse entre ellos, recomendamos pegarle una miradita al “Nombre de la Rosa” de Humberto Eco. Al cantar sobre el amor, estos trovadores sacaban a la mujer del rol de ser sólo una fábrica de pibes y servicio de lavaplatos (la ausencia de detergente en aquella época, lo que hacía impensable que alguno se le ocurriera usar cubiertos sin riesgo de no tener sexo nunca más).
En canciones de amor el occidente empieza a comunicarse, y transmitir lo que sucedía. Todo en lengua romance, lo que lleva el mensaje a un nivel de popularidad distinto, hundiendo al gordo monje un poquito más en su celda a seguir rezando. Para cantar habían aparecido otros.
Luego viene el renacimiento, la música clásica, nos damos una vueltita por Italia y por Austria para cruzamos con algunos monstruos, empiezan las óperas y vuelven los amores. Reconozcámosle a Shakespeare su capacidad de meternos en mundos raros, bizarros y con mucha psicología perversa, a mi no me cabe duda que influyó de alguna manera en el resto de Europa, tanto en teatro como en las óperas.
Por un lado mostraba a la clase dominante de una forma cercana, mundana, casi como unos tarados. De otro lado estaba Irlanda, el mundo Celta, y las ganas de cantarle a la bebida.
Hagamos un paréntesis: suponemos que en el otro lado de los pirineos y del mediterráneo sucedían cosas interesantes, pero a nadie le importaba entonces y tampoco ahora.
De repente arrancamos con los que nos interesa, básicamente lo que llamamos música ahora.
Los 60s nos agarraron desprevenidos, el mundo explotaba por todos lados y la música había pasado hacía un tiempo de ser un entretenedor del monarca de turno, quien era el único que podía financiarlo, a una industria masiva con productos de calidad. Elvis había llegado.
Recuerdo la primera vez que me aprendí una canción entera, fue Wish you were here, era adolescente y claramente con tendencias depresivas (aclaremos, los adolescentes tienen tendencias depresivas, pero para mí yo era el único con tendencias depresivas que tenían algún grado de interés). En ese entonces conocí también a los Doors, y me dedicaba junto con otros amigos a buscar libros de poesía de Morrison y libros de vinilo en calle Lavalle.
Nos salteamos la parte en donde Dylan demostraba que se podía cantar algo distinto a las pelotudeces de siempre, pero como nos pareció siempre inteligible nos mandamos directamente al hueso.
El amor se cantaba junto con las experiencias distintas, lisérgicas, “The End” de los Doors, como el paradigma de la poesía hecha rock. Esa sensación duró algunos años hasta que el pelotudo de Oliver Stone se le ocurrió hacer semejante película, dejando la imagen de Morrison al nivel de Glee.
Entre los 60 y 70 nos cruzamos con “Alcohol” de los Kinks en el disco “Everybody's in Showbiz”, en donde Ray Davies nos tira por la cabeza ese y otros grandes temas. “Sitting in My Hotel” es ideal para empezar a darle fuerte a las bebidas. Por otro lado el tipo en “Lola” cantándole a un trava. O “Black Messiah” en Misfits. Escuchar “Real Me” una y otra vez, o “Behind Blue Eyes” solo para entender la letra y apretar los dientes, ni hablar de Sister Morphyne de los Stones.
Los 60 y 70 íbamos en tren de protesta, entre lo políticamente incorrecto y el amor que todo corazón necesita para poder romperse con estilo. De un momento a otro todo se transformó en un preludio a la fiesta de los 80, donde la idea final de la música era pasarla bien, la merca había copado el mercado y todos a coger que se acababa el mundo. Aparece el Flúo, los Stones con discazos como ” Tatoo You” o “Undercover” con un temazo como “She was hot”.
Algo sucedió en el 2000 pero pareciera que aparte de Arcade Fire, White Stripes ( más algunas cosas que hizo el bueno de Jack White), Kings of Leon, y otras bandas que volvieron a cantar básicamente canciones, no mucho.
Encontré en Black Mirror cierta instrospección y en “Hands” de Ranconteurs una de las canciones más cercanas a lo que una vez fue contenido. No quiero olvidarme de Bowie en “Days”, que creo yo, es una de las más tiernas canciones de amor (claramente es muy difícil hablar de Bowie en forma heterosexual).
y con
Me pregunto qué vendrá luego, en qué parte la idea es musicalizar un libro de Cohello, o movilizarnos a comprar arroz para pobres.
No jodamos, la música es particular, es propia, uno se apodera de ella no para ser más productivo, no para tapar nuestra consciencia o la del que canta. Pero como todo, esta es la particularización de una generalidad, y por lo tanto discutible. No obstante, no deja de indignarme
By ING
By ING
NdeA: me faltaron mil y una bandas, tanto en ingles como en español, por ejemplo Love of my Life como paradigma de una buena cancion de amor, o RAM como vamos a romper todo con una bandera del Che, pero es lo que hay. ( no meto Frances porque luego de los trovadores, Mano Negra y Zebda no sacaron nada razonable), sabran disculpar
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