Escúchenlo (x3)
Escúchenlo (x3)
La aplanadora, del rock n roll, es Divididos lpqlp! Repite en verso como un mantra hasta la disfonía.
Tengo las terminaciones nerviosas alteradas, recién llego a casa después de un hermoso viaje en bici nocturno, me saqué la remera impregnada por el chivo de mil almas y me dispongo a tipear estas líneas, sin esperar a bañarme, porque no quiero olvidar ni un segundo de la noche, ahí va!
Divididos volvió a Obras, su casa, como dijo varias veces Ricardo Mollo. Entraron con ponchos y tocando bombos, de fondo el video de cuando entraron a caballo en 1992. Yo también estuve ahí. Fue como cerrar un círculo perfecto.
Por la setlist, que figura en el programa que amablemente nos dieron y que les paso en una foto, podrán apreciar que hicieron la misma lista que en aquel entonces, sumando Salir a asustar (de La Era de la Boludez, disco que no existía en este entonces).
Llegué temprano, media hora antes de lo anunciado en la entrada, a las 21:00 hs. Pero hubo que esperar media hora más a que el power trío subiera a escena. Me tuve que fumar a un sabelotodo de fondo que explicaba por qué Sumo no tuvo ningún "disco 10" y que la última banda buena argentina es la Bersuit. Yo contento hacía oídos sordos, me pegaba el ventilador de techo de tanto en tanto y era feliz y me comía uno que otro caramelo halls de naranja esos que tienen dos partes, una fría y otra normal.
Con el 38 estalló todo, incluido mi dedo gordo, que se dobló con algún apretujón y permaneció hinchado durante todo el show, cosa que no me impidió incursionar varias veces en el pogo, con pibes que podían ser mis hijos y otros que podrían cagarme a piñas o ganarme una carrera, pero salí ileso con mucha decencia. Sobre todo en Ala Delta, mi tema favorito de la vida, junto a Vida de Topo, que no hicieron, pero está más que bien. El recital apuntó directamente a los 90s, al hueso.
Si me permiten (y sino también), voy a dedicarle un párrafo a cada miembro de la banda:
Ricardo Mollo en la guitarra, tocando con la boca en Voodo Chile o con una zapatilla cuando se la "alcanzaron" desde el público. Se lo notaba feliz, como nene con juguete nuevo, volviendo al lugar donde tantas alegrías nos había dado, y le quedan 5 shows más, yo diría que vayan a alguno si pueden. El tiempo no pasa para él, no se si sigue con Oreiro, pero sin duda le vino muy bien a su persona. Eso y rockear todos los días, el combo perfecto.
Diego Arnedo, no banco su carmeleada a la Ron Wood (quedaría mucho más sabio onda Chapatín), pero su destreza con el bajo es simplemente increíble y compensa todo. Sólido, compacto, como un bloque de cemento rítmico sobre el que se construyen las bases de todos los temas. Hace lo que quiere, como la intro de Another one bites the dust antes de arrancar con Sábado.
Y para finalizar: Catriel. No se tu apellido hermano, pero sos el mejor batero que tuvo y tendrá la banda. Qué manera de pegarle a los tachos mamá. Hasta te tuvieron que cambiar un par a lo largo del show. Haciendo semi solos dentro de los temas, una energía sólo vista en Mario Duplantier o Jay Weinberg a nivel internacional. Un animalito de Dios.
Estrellas invitadas como Gillespie en un par de temas o el violero Michael (?) de Kapanga en Sisters, redondearon una lista de temas que, si bien tuvo algunos que me parecen medio plomos (los más folklóricos, los de estilo reggae como Sisters), esos se me pasaron rápido por suerte.
Y no pude saber si hicieron bises, porque cuando estaba terminando el último tema del Programa me fui. Un lindo rasgo de madurez es irte cuando no sale la masa, agarrar la bici tranquilo, saludar a un borracho que te dice "bien pelado, te brilla la pelada" y llegar a casa para comer por segunda vez y escribir estás líneas.
No suena como el Movistar Arena, pero el templo tiene algo más. Algo que toca tu fibra íntima y te hace parte de un todo. Tenes que estar ahí para entenderlo. O leer lo que escribo y empatizar.
Repite el verso del principio...ad eternum.
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